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Este es un cuento que ha ido tomando forma desde los lejanos años de mi formación universitaria. La pregunta que me corroía entonces: ¿puedo seguir creciendo como hombre a la sombra de un Dios que tiene ya mi destino programado?, ahora me fascina, ya que he llegado a la convicción que la fe es el requisito necesario para la libertad ya que sin fe no hay amor y sin amor no puedo vivir en la alegría.
Lo que durante mis estudios de ingeniería química fue un ejercicio personal de coherencia, a la vuelta de los años se convirtió en urgencia ante las preguntas, carentes de lógica y de raciocinio especulativo, de un niño inquisitivo que no se conformaba con cualquier respuesta. Para ayudarlo en su catequesis, en 1979, escribí el primer relato, con el mito de la creación como pretexto, y la maravilla que es el hombre.
En 1982 me comprometí a vivir como Misionero del Espíritu Santo, y meses después me ordené como sacerdote a la edad de 32 años, con la convicción plena de que esta forma de vida había sido escogida en una plena conciencia de libertad.
Realicé estudios de doctorado en teología en el Teresiano de Roma. La teología en su relación con la Antropología, lo que me brindó el andamiaje para restructurar el relato.